¿Escritor o héroe?
Hay personas de un valor humano inconmensurable y nosotros tenemos la suerte de contar con una de ellas en nuestro grupo. La cuestión es no perder de vista que a veces las cosas no son solamente lo que parecen y hay mucho más detrás de cada mínima palabra o detalle que las personas nos pueda regalar. Hoy os contamos la historia de un caballero, cuya presentación es compleja de sintetizar, por la valía que esconde. Por eso preferimos compartirla con vosotros y, si bien es cierto que no podemos narrarla en toda su extensión, trataremos de contarla del modo más explícito posible, aunque estamos seguros de que nadie sería capaz de pestañear ni aunque la transmitiésemos con todo lujo de detalles.
Por María Vélez Romero
Érase una vez un sabio viajero
Miguel Gussi, 62 años, de nacionalidad argentina y nieto de catalanes.
Vino a España por primera vez en el año 74 a visitar a su abuela y se enamoró de Barcelona. Tal y como él nos cuenta con añoranza, le pareció una ciudad preciosa.
En el año 77 regresó, tanto por motivos familiares como por militancia política, pues siempre ha sido un hombre con multitud de inquietudes. Adoraba España y la consideraba su segunda Tierra.
Claro que, ciertas cuestiones personales lo hicieron regresar a “la Argentina”, como él mismo refiere a su país de origen. “Mi mamá enfermó y yo me casé y tenía mi trabajo. Vivía en la Argentina como un buen burgués”. Allí se dedicaba a la gestión de trámites de comercio exterior de legumbres entre Argentina y Brasil. Él había estudiado económicas y, en sus negocios, estuvo apoyado, a nivel logístico, por su suegro durante un cierto período de tiempo.
A lo largo de la década de los 80 también fueron muchos los viajes que Miguel hizo entre Argentina y España. “Siempre me gustó mucho esto. Venía a Barcelona, la Costa Brava e Ibiza”.
Tiempo después, debido a la crisis de seguridad y bienestar que nos cuenta que se vivía por aquellos entonces en su país natal, decidió volver a España para quedarse, si no para siempre, al menos por más tiempo. Esto aconteció en el año 2001, uno después de separarse de su mujer, y su anhelo era encontrar en nuestro país un lugar en el que vivir mejor, más tranquilo y cambiar de aires para renovar su energía. “Vine después de haber tomado medio año sabático y tenía la pretensión de empezar de cero aquí”. Por aquel entonces, era un hombre de 40 y pocos años y se sentía muy bien, según nos confiesa con la firmeza y la experiencia de todo un sabio viajero, que es lo que él nos trasmite que era. Una persona con muchas ganas de avanzar y progresar siempre y, sobre todo, con la necesidad de estar en el lugar al que su alma le hiciese vincularse y hacer aquello que lo mantuviera lleno de ilusión y pasión. “Vine para quedarme y sin ningún tipo de morriña ni nada”, sentencia Gussi.
Un giro de 180 grados
Miguel nos cuenta que, dado que tampoco llegó con demasiado dinero, rápidamente comenzó a trabajar en Barcelona vendiendo, sobre todo a oficinas, calculadoras de conversión de las antiguas pesetas a euros, ya que, como buen hombre de negocios que ha sido siempre, observó que “aquí no se enteraban demasiado del euro, que estaba recién implantado”.
Durante un tiempo estuvo viviendo con una amiga y, entre tanto, cambió de puesto de empleo y comenzó a trabajar con un señor que vendía cuentos y revistas infantiles. Llegó un momento en el que el caballero dejó el negocio y Miguel lo prosiguió.
Paralelamente, su amiga le ayudó a regularizar sus papeles de residencia en España y consiguió su propio piso. “Empezó a irme bastante bien y yo tenía todo lo que necesitaba, que no es mucho”.
Fueron 11 años llenos de avances y logros, hasta que, en 2011, sin motivo aparente, desde su punto de vista, comenzó a sentirse mal anímicamente. “Yo jamás pensé que algo así pudiese sucederme a mí, nunca imaginé que yo me sentiría así alguna vez en mi vida”. Fue al psicólogo y le diagnosticaron depresión. “En realidad yo ya sabía lo que tenía, estuve casado con una psicóloga unos 9 años…Lo que sucede es que estas cosas, al principio, son como una hostia. No sabes de dónde vienen”. Exactamente como se infiere de sus palabras, algo así lo modifica todo. “Cambia el modo de ver las cosas cuando no tienes el motor de la ilusión”. Miguel lo cuenta ahora con bastante entereza, claro que no sin un tono serio, pues, como él mismo afirma, “esa es la clave de la vida, ¿sabes? Cuando pierdes la ilusión, lo pierdes prácticamente todo”.
No obstante, Gussi asegura que jamás se dejó caer del todo y continuó trabajando. “Claro que estábamos en plena crisis en España y eso, unido a mi baja energía, me llevó a no tomar las mejores decisiones”, confiesa afligido.
Él se reconoce una persona muy curiosa a la que le encanta la lectura y asegura que fue esto, en parte, lo que lo salvó de no caer en adicciones en aquel momento, de lo cual se siente orgulloso y reconfortado, porque es consciente, al igual que todos hemos de serlo, de que las adicciones son enfermedades que pueden llegar a ser armas letales.
Lo más complicado, como el propio Miguel cuenta, es la sensación de soledad, otra de las enfermedades que azotan a la sociedad en los tiempos que corren. “Cuando te falta el apoyo de los verdaderos amigos y de la familia puedes llegar a sentirte muy solo en este mundo, aunque no lo estés”, dice Miguel con su voz notablemente quebrantada en este momento.
Punto de quiebre
Gussi sigue narrándonos su historia y desvela que cree firmemente en que a este sistema le interesa que haya personas pobres, pues, exactamente como él afirma, “el capital es una fábrica de monstruos”.
Con todo, y atravesándonos la piel con sus palabras, Miguel nos confía que él tocó fondo. “Yo llegué a un punto en el que no quería vivir más”.
Y, tras esta confesión, no sin dificultad, volvemos a hablar del negocio con el que él se quedó trabajando como autónomo vendiendo libros infantiles. Todo marchaba con normalidad hasta que, repentinamente, esto también comenzó a ir mal, debido, aparentemente, a que la irrupción de bazares chinos hizo que desaparecieran muchas de las papelerías a las que él vendía y las que quedaban comenzaron a comprar a proveedores más baratos. La crisis en España empezaba a hacer estragos en la vida de Miguel. O quizá es que todo formaba parte del círculo vicioso en el que entra una persona cuando su autoestima empequeñece. “Yo siempre he sido muy emprendedor, pero en aquel momento no me sentía bien y no tuve la lucidez suficiente para salir adelante apropiadamente y, lo más grave es que, debido a ello, tampoco me di cuenta de que había vencido el plazo de renovación de mis papeles de residencia en España”.
Miguel nos cuenta que se vio con “el barro hasta el cuello” y le resultaba muy complicado salir de la situación. Se encontraba muy mal emocionalmente.
Y otra de las cuestiones clave, que, según nos explica, tampoco ha contribuido nada a su favor, reside en que “la maquinaria de ayudas del sistema sólo se basa en parches”.
Por otro lado, destaca que su caso es bastante especial y muy poco parecido al de ninguna de las personas con las que se ha relacionado y que se encuentran en una situación de desprotección relativamente similar a la suya. Estas personas, afirma Gussi con ademán de tristeza, “son tratadas como desperdicios del sistema por el hecho de hallarse inmersas en un mundo de adicciones”.
Más allá de todo, se llega a erizar la piel cuando Miguel expresa con naturalidad que, “a pesar de la situación, me siento afortunado porque tengo a personas aquí que me ayudan mucho y porque yo voy encontrando maneras de seguir”. Y, tras un silencio que lo dice todo, prosigue… “Yo duermo la mayoría de las veces en el aeropuerto, por ejemplo, y no pasa nada. Ya estaré mejor”.
Cuestión de valores
Buenos valores. Eso es lo imprescindible en todos los órdenes de la vida. Y, precisamente, la peor de las crisis que padece la sociedad del mundo actual es la de valores. Hacen falta aún más personas capaces de concentrarse en dar y que cuenten con la suficiente y esencial inteligencia emocional como para percatarse de que la abundancia y el bien es lo normal y que el mal lo elegimos nosotros con las acciones derivadas de nuestros pensamientos y sistemas de creencias. Son necesarias esos seres que sepan agradecer infinitamente el cariño de otras personas y los bienes materiales con los que contamos cada día.
Y así es como también nos lo transmite Miguel, lleno de esperanza, gratitud y fe, a pesar de todo.
Claro que, no son pocos los obstáculos que él debe ir sorteando, pero, como se desprende de su actitud, si se quiere, todo es posible.
Otra de las complicaciones a superar es la edad de Miguel, pues, en el sistema en el que vivimos, es un problema. Algo ante lo que él, por cierto, se manifiesta muy en desacuerdo. “Es inexplicable para mí cómo ser mayor puede ser algo negativo. Mientras se esté en plenas facultades, la edad debería significar experiencia de vida y suma de conocimientos”.
Parece haberse olvidado lo importante en la vida y, a este respecto, Miguel trae a colación una cita de El Principito, para destacar que “sólo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos”. Y recalca que ahora únicamente nos basamos en vivir rápido y con información errónea.
“Quizás yo siempre he sido un gilipollas idealista, pero pienso que habría que empezar por cambiar los contenidos educativos”. Educación en valores, es otro de los puntos clave en la interesante charla que hemos tenido el honor de mantener con Miguel Gussi.
Él, un hombre que vive en una situación extremadamente delicada, presta atención a pilares que han de ser considerados fundamentales de toda sociedad, en lugar de vivir con la ansiedad de conseguir solamente lo que a él, de modo individualista, lo va a hacer salir adelante a corto plazo. No se centra en hablar de una situación penosa. Y esto, lectores, es algo que quizás debemos anotar y grabar a fuego en nuestro subconsciente.
Ángeles en el camino
Justo en este punto aparece en su discurso la persona a la que él considera el ángel que le ha prestado ese apoyo y ayuda que siempre ha necesitado para querer salir adelante. Se trata de Pilar Serrano, trabajadora social de las entidades La Merienda y El Patio de Piero, proyectos de emergencia social afincados en Barcelona. “Para mí la Pili es un ángel que me cayó del cielo y si todas las personas fueran como ella seguro que el mundo sería mucho mejor”.
Todos necesitamos en muchos momentos a otros seres que nos ayuden y nos apoyen y eso no nos hace personas más débiles ni menos autosuficientes, sino más bien todo lo contrario. Ser capaz de pedir ayuda en el instante preciso y a las personas adecuadas es sinónimo de valentía, inteligencia y humildad. Y Miguel así lo hace, sabe que hay cuestiones esenciales, como ir consiguiendo lugares en los que alojarse hasta que su situación mejore del todo y él sea completamente autónomo. Y esto es algo en lo que Pilar lo ayuda mucho, así como en el proceso para conseguir regularizar sus papeles. Lo que ocurre es que los trámites son muy lentos y, tras lo acontecido debido a la crisis por Covid-19, se ha ralentizado aún más. Aun así, él no pierde ahora la fe y la ilusión e, incluso se mantiene todo lo positivo posible. “Hay que tratar de verle el costado positivo a todo, porque si no te volvés loco. Yo, en medio de todo, por ejemplo, consigo sacar un rato parar a leer, que es algo que me ayuda mucho”.
Según nos explica, se centra, por supuesto, en resolver, pero, en los tiempos “muertos”, intenta ocupar su mente con otras cuestiones. ¿Hay muchas personas que, teniéndolo todo en la vida, puedan decir que logran disponer de esta entereza?
“Yo no me siento un fracasado, nunca fui pobre en mi vida de burgués anterior ni mucho menos en mi niñez y considero que eso me dio el saber estar con el que cuento, pero sí que es muy duro. Nadie se merece la marginación, la pobreza ni la falta de oportunidades y ahora mismo es lo que abunda”. Así lo expresa Miguel y hace hincapié en que, ante todo, no debemos sentirnos culpables por querer vivir bien. “Siempre he tratado de ser una persona solidaria, pero también me gusta vivir bien y eso no supone necesitar excesos”. Excesos que no permiten ayudar a otros, algo que él, en cambio, ha perseguido siempre.
Ley de causa y efecto
“Lo importante en la vida es empezar por uno mismo y, cada mañana, al levantarse, decirse que va a ser una buena persona.” Y con esto Miguel sentencia, a pesar de su situación, la que ha sido una entrevista, en la distancia, pero cargada de sensaciones y sentimientos a flor de piel. “Al final, -afirma jocosamente, porque no parece perder su sentido del humor- hay que ser tolerante con el despropósito que existe, porque lo importante, honestamente, es ser una buena persona”.
Y es que, lo que parece olvidársele a todo el mundo es que en el universo existen una serie de leyes que llevan a la búsqueda de un equilibrio constante. Y que, entre otras claves, es imprescindible tener en cuenta que para recibir hay que dar, SIN ESPERAR NADA A CAMBIO. Primero es dar y luego recibir. Porque se recibe SIEMPRE que se hacen cosas por los demás de corazón. Una especie de fuerza superior parece entonces ponerlo todo en su lugar para que quienes ofrecen con sinceridad su ayuda al mundo, reciban cada día un poco más de abundancia para sí mismos, justo en el plano y en el sentido que la desean.
Al hilo, Gussi continúa con sus emotivas palabras contándonos que, “a veces se tiene la sensación de que a nadie le importa nada y, cuando te cruzas con personas que te expresan lo contrario, parece que de nuevo sientes fuerza”. De las palabras de Miguel se intuye que, por un mero acto de solidaridad y ayuda a los demás, que habría de ser el comportamiento natural en todo ser humano, él se llena de una bocanada de aire que le sirve para seguir con la energía necesaria. Y, debemos tener claro que, a quien ayuda de verdad esta actitud es a la persona que la practica. A uno mismo, a quien está dispuesto a colaborar con el mundo desinteresadamente, por el mero hecho de complementarnos.
“Ahora me siento con fuerza suficiente como para salir adelante. Tengo intención de regularizar mi situación y escribir un libro basado en mi experiencia. Y creo en esto. Soy optimista y no pierdo la esperanza. Sé que todo mejorará y podré salir adelante y ayudar a otros, que al final es de lo que se trata.”
Un héroe encubierto
Comenzamos hablando de un hombre de negocios de 61 años, “trotamundos”, lleno de energía positiva y con ganas de dedicarse a una causa superior que ayude a sus semejantes y, más allá de su experiencia, seguimos hablando de la misma persona.
Es posible que al inicio de este reportaje muchos no intuyeran que se iba a desarrollar del modo en el que han podido leer. Lo cierto es que debemos tener muy presente que, en la vida hay muchas cosas que no son lo que parecen, probablemente porque no focalizamos nuestra atención en traspasar el límite de lo superficial. A veces se antoja necesario dar alas al poder observador con el que todos contamos, puesto que, gracias a él, se descubren esos matices de la vida que son los que la hacen verdaderamente maravillosa.
Y así es como Miguel prosigue con sus detalles cargados de espontaneidad. “Con todo lo que me ha pasado en la vida, creo que me iría muy bien con un consultorio en Internet”. Personalidad siempre impregnada de tintes humorísticos, buena energía, bromas y una sonrisa. Cuestiones que nos enseñan que CUALQUIER SITUACIÓN PUEDE AFRONTARSE CON BUENA ACTITUD Y QUE, DE HECHO, ES EL ÚNICO MODO DE MEJORARLA.
Ahora él está en La Fira, que es lugar en el que se ha alojado durante la crisis debida a la Covid-19, pero, en cuanto todo pase, piensa seguir con fuerza para regularizarlo todo y VIVIR.
“Lo que yo de verdad quiero es sentirme útil y, como consecuencia, ganar un poco de dinero que me permita vivir dignamente y, con eso, estoy seguro de que puedo estar bien y ayudar a otros. Es lo que más me interesa, ayudar a otros con mi experiencia”.
Lo que ocurre es que al final es todo como un pez que se muerde la cola. Si no tienes recursos, cuesta más encontrar una actividad a la que dedicarte para ganarte la vida, pero si no logras esto, tampoco consigues recursos.
“Esto a veces parece un pozo sin fondo. Me da la sensación de que puedo caer hasta dimensiones desconocidas, pero, precisamente por eso, trato de mantenerme bien y estar fuerte mentalmente para salir adelante hasta que mejore del todo.”
Pues, no lo olvidemos, tal y como expresa Miguel, “lo importante es aferrarse a las personas que uno quiere, no perder la calma ni el rumbo, ser fuerte y quererse mucho. Nunca se debe perder la ilusión ni la autoestima, porque ese es el motor para seguir viviendo y hacerlo bien.”
Y así, acaba una conversación profunda, cargada de emociones que, ante todo, pueden ayudarnos a ser mejores personas, si queremos y lo permitimos, claro. Y es que, hay una máxima de vida que compartimos con nuestro héroe y se trata de pensar que “en esta vida estamos para ayudarnos unos a otros y ser felices.”
Artículo escrito por María Vélez Romero.
Con la colaboración de:
Pilar Serrano en la producción.
Pablo Rincón en la fotografía.
María Campillo en el diseño web.