Pablo Rincón

Nuestro héroe de noviembre

¿Alguna vez has sentido que lo tienes todo? O, por el contrario, ¿has llegado a pensar que te falta demasiado? Cualquiera de las emociones y sensaciones que todos podamos llegar a experimentar es más que válida y cada quien tiene derecho a sentirse del modo en que necesite ante cada situación. Ahora bien, quizás hay historias que nos ayudan a relativizar nuestra propia realidad. Es posible que estar al tanto de la vida de otras personas haga que sepamos suavizar lo que para uno mismo es negativo y que, gracias a ello, nos sintamos mucho más felices, pudiendo ayuda a nuestros iguales, no sólo más, sino mejor.

Es lo que les ha ocurrido a las personas del equipo de El Patio de Piero al conocer, con un poco más de detalle, la vida de nuestro héroe de noviembre, que nos ayuda este mes, en el momento tan extraño en el que nos encontramos, a relativizarlo todo un poco. Este héroe tiene nombre propio y es Eugenio. Un caballero de 52 años, padre de tres hijos, que sabe lo que es experimentar una situación muy cruda desde el optimismo y las ganas de trabajar siempre para ganarse la vida.

A continuación, conocerás el testimonio de alguien que sabe mantener la sonrisa y salir de cualquier tipo de pozo, por profundo que sea y por más dura que haya sido la caída.

 

Por María Vélez Romero

 

Un giro de 360º

Pablo Rincón

Nómina de 1.800€ por trabajar en El Corte Inglés y cuatro pagas extra. ¿Cuántas personas hoy desean la calidad de vida que pueden aportar estas condiciones?

Pues ese era parte del día a día de Eugenio. Y, tras su trabajo, llegaba a un hogar en un barrio catalán con su esposa y sus tres hijos (dos chicas de 21 y 15 años actualmente y un chico de 20).

¿Crees que es posible que esta descripción corresponda a una persona que suele dormir en un cajero como el que otros visitan para sacar su dinero? ¡Pues así es!

Así era la rutina de Eugenio hasta que, por una mala gestión en un instante puntual, todo comenzó a truncarse y acabó en la calle, solo.

Fue a finales de 2008 cuando, según nos cuenta, entró “en la ruina”.  Vivía pagando un embargo, comenzó a entrar en colapso por los problemas que le estaban ocasionando todos los gastos que debía sufragar y cayó en una depresión. Fue por todo ello por lo que se vio abocado a dejar el trabajo.

Estuvo un tiempo con su hermana en Extremadura, ya que su familia es extremeña. Ella lo ayudó mucho y le estuvo pagando un psicólogo. No obstante, Eugenio nos confiesa que no se encontraba bien estando lejos de sus hijos, que seguían en Barcelona. “Yo no quería ser una carga para mi familia, deseaba luchar por mis hijos y por mi vida. Decidí que tenía que estar en Cataluña, cerca de mis hijos. Aunque estuviera en la calle, trabajaba, tenía mis derechos, estaba cerca de ellos y ya está, no pensaba en otra cosa”.

En enero de 2010 se quedó en la calle por primera vez y recuerda que fue justo el día del cumpleaños de su hermano, el 18 de enero. Nos cuenta este detalle riendo, ya que, a pesar de todo, Eugenio es capaz de mantener la sonrisa y la alegría, la mayor parte del tiempo. Sin embargo, el gesto de su cara cambia y se le rompe la voz cuando nos relata cómo recuerda su primer día en la calle.

“La primera semana no me enteré de nada. Vivía en shock y pensaba en suicidarme porque vi que había caído en un callejón sin salida”, afirma con rotundidad. Y lo más delicado es que más tarde pudo comprobar que éste no sería su peor momento.

Nos cuenta que, al principio, sólo sabía lo que suele oírse cuando se habla de personas sin hogar. “Mendigos, borrachos…eran mis prejuicios. Y luego ves que en la calle también hay de todo y está llena de buenas personas”. De hecho, él relata que los primeros días no hablaba con nadie, hasta que se acercó a un chico que lo llevó a conocer centros en los que poder comer.

Fueron transcurriendo los meses, llegó el verano y con él la peor etapa. Eugenio se había aislado de todo y de todos. “En mayo estuve unos días en la montaña, en Arenys de Munt, medio escondido, sin saber lo que quería en la vida”.

Fue muy duro, tal y como nos transmite este gran hombre, pero, afortunadamente, comenzó a convertirse en su propio psicólogo y se dijo a sí mismo que no podía continuar de ese modo, que era un hombre muy digno y de provecho y tenía personas por las que salir adelante, además de por él mismo. “Me convencí de que era un ciudadano más, hasta que me lo creí.”

Transcurrieron tres años muy complejos en la calle, aunque siempre iba desempeñando trabajos esporádicos, hasta que encontró empleo en una empresa de limpieza. Iba pagando el embargo, pasaba dinero a sus hijos y sobrevivía entre una habitación y la calle.

Poco a poco, sus hijos habían ido creciendo y él empezaba a estar mejor porque nunca le ha faltado el trabajo, aunque sólo le ha dado para subsistir, ya que ha tenido que pagar muchas cosas. Todo evolucionaba favorablemente hasta que, como todo el mundo, sin esperarlo, se vio envuelto en su peculiar situación de pandemia por Covid 19.

¿Qué significa la palabra «confinamiento»?

Pablo Rincón

Confinamiento, un concepto angustiante para muchas personas actualmente. Estar confinados puede ser sinónimo de ansiedad y tristeza. A nadie le gusta estar encerrado en casa. O eso solemos pensar. Sin embargo, ¿diríamos lo mismo si no tuviéramos casa?

¿Qué puede significar esto para personas cuya única protección es un cajero, el suelo de un aeropuerto o un albergue? Resulta, cuanto menos, delicado para muchos poder hablar de algo así con personas que, por el momento, viven obligatoriamente en la calle, sin más paredes que las de lugares públicos o centros de ayuda en los que se refugian temporalmente.

Y si no que se lo digan a Eugenio.

Como a muchas personas, a él lo dejaron en situación de ERTE. La diferencia es que él seguía en la calle y volvía a no poder pagar una habitación.

Y, más allá de eso, nuestro héroe del mes de noviembre hace hincapié en las sensaciones de una persona que vive en la calle cuando lo que se supone es que hay que estar ENCERRADOS EN CASA. Se ha de lidiar con muchas emociones negativas en una situación así y, por otra parte, es necesario estar “dando explicaciones constantes a la autoridad cada vez que nos paraba, debes decirle que eres indigente para que entienda por qué estás en la calle.”

¡Qué ironía! Es cierto que todos tenemos derecho a estar mal y no hay que fustigarse por sentirnos de tal modo al estar encerrados, es algo muy humano, pero, por favor, simplemente pensemos lo que significaría estar en la calle.

“Es verdad que han estado ahí muchas entidades – como El Patio de Piero y La Merienda-, dándonos de comer y apoyando. Pero es duro ser de las únicas personas que DEAMBULAN en la calle”.

Y, ¿hablamos de contagiados? ¿Cómo se le exige a una persona de la calle que mantenga la distancia de seguridad?

“Estamos en albergues, ¿a dos metros unos de otros?”. Eugenio lanza esta pregunta al aire con una risa irónica, aunque recalca que no se queja para nada porque está agradecido y porque es importante tener en cuenta que, “cuando alguien cae en una situación de negatividad y excesiva tristeza, es más fácil refugiarse en ciertos vicios. No digo que se tenga que hacer, ni mucho menos, pero es tan duro, que a veces lo contrario cuesta”.

Su día a día, una lección de crecimiento personal

Pablo Rincón

Eugenio nos transmite que su día a día se basa en trabajar, mantenerse positivo y sin ningún tipo de vicios, comer y ayudar a otras personas.

Sus comidas diarias las hace en Santa Ana, al lado de Las Ramblas. Los domingos suele ir a las Hermanas de la Caridad, al lado del metro del Liceo, Plaza San Agustín. No obstante, algún domingo puntual come en casa de una amiga que, tal y como nos cuenta, antes trabajaba en una panadería. “Una vez la ayudé en una mudanza y, desde entonces, me invita a su casa a comer alguna vez”.

Y, tras compartir con nosotros esta anécdota, nos da una gran lección a través de unas palabras cargadas de ternura, determinación y simpatía.

“Aunque yo viva esta situación, no nos podemos olvidar de que todos somos personas. No todo el mundo me tiene que ayudar a mí. No hay ni buenas ni malas situaciones. Todos tenemos nuestros problemas y nos tenemos que ayudar los unos a los otros. A la gente que vive en la calle hay que ayudarla, pero también nos lo tenemos que ganar. Si tú no das nada, acabas obteniendo cero, porque la gente también se cansa”.

Así mismo, nos cuenta que él nunca ha pedido. Indica que sí ha aceptado lo que han deseado darle a cambio de su ayuda y que, al dormir en un cajero, hay ocasiones en las que algunas personas dejan dinero y lo ha tomado. “Estando así, no lo puedo rechazar, pero jamás he puesto un bote para pedir”, asevera.

Eugenio deja claro que siempre ha querido y quiere ayudar y que asume que todos nos necesitamos. Ejemplo de ello es el voluntariado que hace en La Merienda.

“No es fácil que llegue la noche, mirar las estrellas y saber que sólo tienes eso. No puedes hacer una vida normal. Eso sí hay que entenderlo, aunque, por supuesto, hay que intentar mantenerse positivo”.

Tal y como se infiere de las palabras de Eugenio, nunca podemos olvidar que todos somos personas y que, pasar todo el tiempo hablando de nuestros propios problemas no nos hace bien ni a nosotros mismos ni a quienes nos rodean. Por supuesto, hay ocasiones en las que todos necesitamos desahogarnos, pero no podemos pasar todo el tiempo girando en torno al mismo punto, pues esto nos puede conducir a un círculo vicioso del que es muy difícil salir.

“Nos tenemos que acordar de que, en el fondo, somos todos humanos y no podemos estar llorando media vida. Algunas personas, con poco tiene mucho y otras, en cambio, con mucho tiene poco. Seamos capaces de ver que sale el sol cada día.”

Un mensaje cargado de optimismo

Y este rato de conversación tan agradable y enriquecedora, termina con Eugenio haciendo honor su puesto de héroe de este mes de noviembre a través de mensajes impactantes que, sin duda, van a ayudar a muchos.

Él ha querido acabar dirigiéndose a las personas que pasan su primer día en la calle. Quiere recordarles que, aunque es complicado, siempre se sale de esa situación. “No paréis de llamar a todas las puertas y alguna se abrirá y, seguramente, os ayudarán las personas que menos esperéis”. Y recuerda que “no hay que caer en vicios para tapar la situación. Somos personas normales. Se sale. Hay centros de ayuda que nos aportan mucho. No lo olvidemos”.

Pablo Rincón

Así como también ha instado al resto de la sociedad para que seamos conscientes de que esto le puede pasar a cualquiera. “Yo ganaba una nómina de 1800€ y cuatro pagas extra y no tenía ninguna adicción…No digo más. No nos creamos que somos más que nadie, sigamos delante del mejor modo cada uno”.

Y así es como nuestro héroe sale adelante y hoy podemos afirmar que, justo este mes de noviembre, ha ganado una gran batalla y por fin vuelve a vivir en una habitación y con su trabajo regularizado. Y estamos seguros de que esta vez es la definitiva y marcará el principio de su nueva y satisfactoria vida.

 

Artículo escrito por  María Vélez Romero.

Con la colaboración de:

Pilar Serrano en la producción.

Pablo Rincón en la fotografía.

María Campillo en el diseño web.

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