La sonrisa de Youssef, su arma letal ante cualquier peligro
La capacidad de sonreír desde el corazón aun sintiendo miedo y en circunstancias adversas puede llegar a ser el antídoto de muchas personas. Es el caso de Youssef, un joven muy querido por todo el equipo de El Patio de Piero, que se ha esforzado por labrarse una vida honrada y solvente de modo autónomo en Barcelona. Un chico, que, como ya contamos en el reportaje del mes de mayo, comenzó con tan sólo 16 años una aventura muy peligrosa, con la que arriesgó su vida, pero con la ilusión y necesidad de poder mejorar como persona y como trabajador.
Hoy continuamos contando su historia, gracias a los momentos tan agradables que hemos podido pasar entrevistándolo, observando atónitos el modo en el que es posible mostrarle una sonrisa a la vida para combatir el miedo, a pesar de todo y aunque a veces, cuando tenemos con facilidad ciertas comodidades, no seamos capaces de verlo.
A un paso del abismo
Así es como Youssef nos cuenta que, para ayudarlos a cruzar la frontera entre Libia y Túnez no llegó únicamente el hombre que había pasado a llevarles agua y comida el día anterior, sino que aparecieron dos personas con un coche todoterreno y armas. “Nos cargaron en la parte de atrás del Jeep, que iba abierta. Al principio del viaje íbamos molestos porque muchas personas vomitaban y era un coche muy pequeño para todos los que estábamos montados, pero ese momento aún era bueno para todo lo que estaba por venir”.
Al llegar al punto exacto de la frontera comenzaron los problemas y, según percibimos de lo que nos cuenta el chico, parecía sentirse al borde del abismo. Había mafias esperando, que se dedicaban a llevar y traer personas, saqueándolas y aprovechándose de su desesperación por encontrar un mundo mejor. Tal y como asegura el joven, “todo el mundo sabe que hay tráfico de personas que quieren cruzar al otro lado”.
Los instantes vividos en ese preciso lugar fueron de máxima tensión, pero, finalmente, consiguieron entrar en Libia y los llevaron en aquel coche a una casa relativamente grande. Los dos primeros días, tal y como narra Youssef, todo estaba en orden, “nos daban comida y hasta cigarrillos”, pero el tercer día, según cuenta, llegó una de esas mafias para secuestrar a los emigrantes.
Bloqueo
En aquel domicilio se alojaban unas 20 personas, acompañadas de los responsables que se encargan de coordinar los viajes de huida de los emigrados.
“Yo estaba en una escalera fumando un cigarrillo y, de repente, intentaron abrir la puerta forzándola con una tijera”. El pánico de nuestro protagonista se refleja en su cara y el tono de su voz cuando nos cuenta lo sucedido en este lugar. El responsable jefe de la casa gritaba que todos debían esconderse en las habitaciones. “La mayoría tenía cerraduras en las puertas, pero yo no, porque fui uno de los últimos en llegar y, de repente, se escucharon golpes con una pistola contra la pared”. Querían asustarlos para que abrieran las puertas y el chico nos cuenta que se quedó bloqueado e inerte en su habitación. “Tenía mucho miedo y por eso no podía ni moverme”.
La tremenda angustia que debió sentir Youssef se transmite bien en sus palabras, en estos momentos serias y agitadas. Nos explica, transmitiendo aún su susto de entonces, que había una persona que aguantó los golpes tras la puerta sin cerradura y que, otras tantas, saltaron por las ventanas y “algunas de ellas se rompieron piernas o brazos”.
Después de cinco minutos, los componentes de aquella banda armada se fueron y llegó el jefe de esa casa con un grupo de personas de entre 14 y 16 años portando armas. “Yo me quedé flipado y me preguntaba dónde iban chicos adolescentes casi de mi edad con pistolas”. Y es que el muchacho todavía se quedaba perplejo ante cuestiones que para él seguían siendo completamente nuevas y terroríficas.
Muchas paradas, toda una odisea
Después de este episodio, según asevera Youssef, prosiguieron el viaje hasta llegar a otra casa en Libia, ya que, si querían llegar a alguna parte sanos y salvos, tal y como les habían transmitido, era necesario tener estancias en diferentes casas. En esta segunda “residencia” a la que llegaron estuvieron 20 días. Todo iba bien, a juicio del joven, el alojamiento era bueno y les proporcionaban comida en buen estado. Nos relata que se encontraba cómodo, dentro de las circunstancias.
Posteriormente, la aventura continuó en coche hasta otra casa que estaba cerca del mar, a 24 horas de camino. No obstante, cuando llevaban circulando unas seis horas, hicieron un nuevo alto en el recorrido en la que era la tercera de las casas por las que tuvo que pasar el chico. En ella había olivos y muchas personas africanas de color que, según Youssef, eran tratadas como animales, “les tiraban de comer al suelo y los trataban como auténticos esclavos”.
Los responsables del viaje de Youssef les dieron a entender a él y al resto de los chicos que se detenían en esa casa, supuestamente, para descansar, pero lo que querían era robarles. Por duro que pueda sonar, los propios organizadores del grupo de Youssef les substrajeron lo poco que tenían para subsistir. Y, como indica este valiente joven, “esos hombres no roban de manera normal, sino que nos hacían desnudarnos totalmente y nos gritaban que si les mentíamos diciendo que no teníamos nada y luego encontraban algo, tendríamos problemas”. Youssef cuenta que llevaba 50 euros escondidos dentro del zapato para tener algo de dinero al llegar a Italia para avisar a su familia de que estaba bien. Sin embargo, él les aseguró que no tenía nada más que el móvil, pero, definitivamente, los responsables que lo “transportaban” encontraron el dinero. “Me quitaron el dinero y me dieron unas hostias y ese día dormimos en aquella casa con los esclavos”.
Transcurrido un nuevo día, montaron al grupo de Youssef en una furgoneta. Había policías por todas partes. Y al llegar a la siguiente casa, comenzó otro infierno aún más drástico que el anterior porque el jefe, en esta ocasión, tal y como cuenta el chico con palabras aceleradas, estaba loco. “Era un sitio en el que fabricaban pateras y ese tío no estaba bien de la cabeza. Venía a pegarnos cada cierto tiempo cuando se aburría”.
Calamidades que parecían no tener fin y que hacían que el joven se sintiera muy asustado y decaído en muchos momentos. ¿Podría estar pensando el chico que sus padres tenían razón y que no debería haber salido nunca de Marrakech?
Muy pronto contaremos el final de su historia.
- Artículo escrito por María Vélez Romero.
- Con la colaboración de:
Pilar Serrano en la producción.
Pablo Rincón en la fotografía.
María Campillo en el diseño web.